Introducción

Daniel me lo contó una noche, sin alzar la voz. Como quien abre una puerta interior con gesto firme, sin mirar atrás. Yo lo escuché en silencio. No pregunté nada. Él solo me lo fue diciendo. Así, palabra por palabra.

Y ahora que ya no lo lleva dentro, lo dejo aquí escrito. Uno a uno, los capítulos de su historia. Tal como me los contó. Con sus pausas, su rabia, sus silencios… y su verdad.

Firma Carmen


El 51 % del sistema financiero español se esfuma sin dejar rastro y… ¡No pasó nada!

  • Las cajas de ahorros nacieron en España hace más de tres siglos.
  • No se parecían a los bancos comerciales. Eran entidades con vocación social.
  • Su misión: custodiar pequeños ahorros y conceder préstamos con intereses bajos a familias humildes y pequeños emprendedores.
  • Representaban seguridad, estabilidad y servicio público. No perseguían beneficios privados.
  • Su imagen era la de instituciones serias, solventes, arraigadas en lo local y gestionadas con honestidad.
  • En 1985 se promulgó una nueva Ley de Cajas con la intención de “modernizar su concepto y dotarlas de un marco legal acorde con las nuevas realidades”.
  • En la práctica, fue el inicio de su desmantelamiento ético, la puerta de entrada a su desnaturalización.
  • La ley permitió la entrada de partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales en sus órganos de gobierno.
  • A partir de entonces, muchas cajas se convirtieron en herramientas de poder, corrupción y clientelismo.
  • Se ocuparon cargos sin criterio técnico ni profesional.
  • Comenzaron operaciones de riesgo sin control ni rendición de cuentas.
  • Las decisiones dejaron de responder al interés del ahorrador. Primaba el interés del político, del constructor, del amigo… o del familiar.
  • La práctica totalidad de las cajas (más de 50) quedaron atrapadas en una estructura paralela de poder financiero bajo apariencia legal.
  • En 2008 estalla la crisis financiera global.
  • Las cajas de ahorros, que representaban más del 50 % del sistema financiero español, estaban estructuralmente debilitadas. Contablemente eran un castillo de naipes.
  • El Estado organiza un rescate de más de 70.000 millones de euros. Dinero público. Dinero de todos.
  • Ese dinero nunca se recuperó, ni se exigió.
  • A pesar del rescate, muchas cajas quebraron. Otras se fusionaron sin transparencia. Se socializaron las pérdidas. Se blindaron los culpables.
  • La más emblemática: Caja Madrid.
  • Convertida más tarde en Bankia, fue el epicentro del fraude, el símbolo de la impunidad.
  • Millones de pequeños ahorradores lo perdieron todo o casi todo.

Y sí,
a pesar del rescate,
a pesar de las denuncias,
a pesar del dolor real de cientos de miles de familias arruinadas,
a pesar de la teórica vigilancia del Banco de España,
de la Comisión Nacional del Mercado de Valores,
de los Ministerios de Economía y Hacienda,
y de los inspectores y funcionarios públicos encargados de velar por la legalidad…

¡No pasó nada!

Nada esencial: ni política, ni penalmente. Y moralmente… lo justo para disimular. No lo suficiente para cambiar nada.

Porque aquello no fue un accidente.
Ni una negligencia.
Ni una cadena de errores.
Fue una colonización progresiva, oportunista y consentida.

Y lo sabían.

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